miércoles, 2 de abril de 2014

Cafés desesperanzadores


A continuación me gustaría desarrollar brevemente una idea que me lleva rondando por la cabeza bastante tiempo. La idea sobre la desesperanza de la población española.

Hablar y mantener conversaciones sobre la mala o buena situación actual es una actividad motivadora o desmotivadora. En ocasiones hermosísima, otras no tanto. A veces vigorizante, y a veces extenuante. Pero lo que comúnmente no suele ser, es productiva. Hablar no suele cambiar las cosas de manera excesiva. Las palabras se las lleva el viento... Te hablo sin referencias y de memoria, así que no te creas todo lo que te cuento. Un amigo me comentó hace poco que el hecho de contar los propósitos antes de llevarlos a cabo inhibe la consecución de dichas metas. La argumentación era la siguiente: Los individuos creemos que por el mero hecho de hablar de nuestros propósitos, estos ya han sido realizados. Obviamente, necesitaría de algún tipo de referencia empírica para aseverar dicha afirmación, pero para lo que ahora nos interesa, supongamos que es cierta.

Considero que uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la ciudadanía española es la desesperanza. Asumiendo como correcto lo expuesto anteriormente, esta desesperanza podría estar originada en la búsqueda, en ocasiones exitosa, de soluciones y alternativas a los problemas actuales mediante la palabra hablada y no escrita. Es común oír que se habla mucho y se hace poco. El individuo puede pensar que por hablar, todo esfuerzo posible ya ha sido realizado, y que las alternativas han sido agotadas. Pero para su mala fortuna nada ha cambiado. Entonces, el tertuliano de conversación revolucionaria y esperanzadora en el café se vuelve a casa derrotado, observando que sus palabras no tienen el impacto que se merecen en la sociedad. Con lo cual, la desesperanza y la inactividad, son un subproducto que no tardará en aparecer.

A mi parecer, lo que supone una crucial diferencia es la manifestación del pensamiento de manera escrita en vez de hablada. Cuando el objetivo principal de las ideas y pensamientos es el impacto en la sociedad y el cambio en el pensamiento de otros individuos, la escritura se presenta como el medio más adecuado para manifestar el pensamiento. Tanto para la persona que la practica como para la persona que la disfruta, esta vía de expresión conlleva una serie de características intrínsecas que potencian su eficiencia y su efectividad. Observado desde el punto de vista del escritor, la expresión ordenada y argumentada de las ideas, ayuda a la construcción y solidificación de su pensamiento. Además, el alcance de las mismas en la población es incomparable. Ya no se aprecian límites espaciales ni temporales en el alcance del pensamiento de dicho escritor, pues la escritura inmortaliza y perpetúa el punto de vista del autor.
A nivel del lector, éste tiene por el hecho de poder acceder a las ideas de manera escrita, dispone de completa libertad para profundizar en ellas, no restringiendo su estudio al tiempo o a la situación donde estas ideas fueron por primera vez emitidas. Pudiendo realizar un análisis detallado de la argumentación, buscando sus afinidades o su disparidad con el autor sin ningún tipo de referencia, y con una carencia casi completa de conocimientos. Sostengo que uno de los aspectos claves durante la Revolución Francesa, fue la cantidad y la calidad de escritores e intelectuales. Invito a cualquier lector curioso a desarrollar y argumentar mi idea, si el tiempo se lo permite, pues las herramientas están al alcance de todos: investigación, lectura, reflexión y escritura.

Esta pequeña argumentación e hipótesis sirven para reafirmar que “The pen is mightier than the sword” (Edward Bulwer Lytton); y que las batallas se ganan con ideas, y no con horcas.

Debido a la cantidad de ideas que nacen y mueren en las mesas de café, las cuales tienen escaso impacto en la sociedad, es normal que los pueblos vivan desesperanzados. El problema radical es que muchas de estas ideas, las cuales podrían erigirse en potenciales soluciones no alcanzan a la población que deberían. En unas ocasiones, dicha población esta compuesta por los afectados por los problemas, y en otras, por los causantes de éstos. Por eso escribo este texto y por eso quiero que tú escribas. Para que tus ideas, las tuyas, la que tú tienes, no mueran en las mesas de café, para que queden registradas en algún documento que pueda ser leído por más personas de las que podrían escuchar una conversación entre tú y yo.

Por eso, si no estás de acuerdo con la actuación de Repsol en las Costas Canarias, escribe sobre ello. Movilízate y moviliza a tu entorno. Pero, en esta ocasión, intenta hacerlo de una manera más reflexiva, escribiendo. 

No me gustaría que lo que voy a exponer a continuación se malinterpretara y se supusiera que estoy en contra de las manifestaciones, o que haber escrito algo acerca del problema sobre el que se va a manifestarse es una condición necesaria para asistir a una. Me gustaría que se leyese mi argumentación desde un punto de vista lo más objetivo posible.

Con las nuevas tecnologías todo va más (superficialmente) rápido. Se puede convocar una manifestación en unas horas a través de Twitter. Pero será una manifestación superficial, vacía. Empiezo a entender que no nos tengan en cuenta. Intentamos construir la casa por el tejado. En muchas ocasiones, las manifestaciones están llenas de gente que no puede exponer sus argumentos de manera clara y ordenada porque no han trabajado sobre ellos. No los han leído, no los han reflexionado y no los han escrito. Por este motivo, no soy una persona demasiado aficionada a las manifestaciones actuales. No estoy completamente convencido de su poder transformador. Por otra parte, sí soy una persona creyente en la presión social y en la acción directa, manifestada mediante el envío masivo de cartas protesta o los blogs políticos adecuadamente argumentados. Tras este periodo de reflexión y escritura, llegaría el momento de la manifestación ciudadana. Con un pueblo compuesto por ciudadanos-pensadores difíciles de manipular. El valor de las manifestaciones se incrementará exponencialmente, pues serán muestras de protesta y rechazo, provenientes de un pueblo conocedor de sus derechos que fundamenta sus argumentaciones adecuadamente construidas. Los componentes de dichas manifestaciones estarían preparados intelectualmente para defender sus ideas, para sostener una argumentación de calidad. Dichas personas compondrían una ciudadanía reflexiva, escritora y activa. Habrían superado las ataduras de las mesas de los cafés de la desesperanza, para convertirse en un colectivo capacitado para el cambio.


Es fácil darse cuenta de que todo cambio implica ciertos sacrificios. Alguno de estos sacrificios podrían ser la autolimitación de las relaciones a distancia basadas en la comunicación instantánea, (conversaciones por What’sApp) y la promoción de medios de comunicación más reflexivos (cartas y correos), primando la profundidad y la construcción de la relación al egoísmo del mensaje y de su feedback. O el sacrificio de minutos en Facebook a cambio de escribir una entrada en  un blog, en la cual, cada ciudadano-pensador encuentre por si mismo el porqué luchar y el cómo hacerlo. 

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