A continuación me gustaría
desarrollar brevemente una idea que me lleva rondando por la cabeza bastante
tiempo. La idea sobre la desesperanza de la población española.
Hablar y mantener conversaciones
sobre la mala o buena situación actual es una actividad motivadora o
desmotivadora. En ocasiones hermosísima, otras no tanto. A veces vigorizante, y
a veces extenuante. Pero lo que comúnmente no suele ser, es productiva. Hablar
no suele cambiar las cosas de manera excesiva. Las palabras se las lleva el
viento... Te hablo sin referencias y de memoria, así que no te creas todo
lo que te cuento. Un amigo me comentó hace poco que el hecho de contar los
propósitos antes de llevarlos a cabo inhibe la consecución de dichas metas. La
argumentación era la siguiente: Los
individuos creemos que por el mero hecho de hablar de nuestros propósitos,
estos ya han sido realizados. Obviamente,
necesitaría de algún tipo de referencia empírica para aseverar dicha
afirmación, pero para lo que ahora nos interesa, supongamos que es cierta.
Considero que uno de los grandes
problemas a los que se enfrenta la ciudadanía española es la desesperanza.
Asumiendo como correcto lo expuesto anteriormente, esta desesperanza podría
estar originada en la búsqueda, en ocasiones exitosa, de soluciones y
alternativas a los problemas actuales mediante la palabra hablada y no escrita.
Es común oír que se habla mucho y se hace poco. El individuo puede pensar que
por hablar, todo esfuerzo posible ya ha sido realizado, y que las alternativas
han sido agotadas. Pero para su mala fortuna nada ha cambiado. Entonces, el tertuliano
de conversación revolucionaria y esperanzadora en el café se vuelve a casa
derrotado, observando que sus palabras no tienen el impacto que se merecen en
la sociedad. Con lo cual, la desesperanza y la inactividad, son un subproducto
que no tardará en aparecer.
A mi parecer, lo que supone una
crucial diferencia es la manifestación del pensamiento de manera escrita en vez
de hablada. Cuando el objetivo principal de las ideas y pensamientos es el
impacto en la sociedad y el cambio en el pensamiento de otros individuos, la
escritura se presenta como el medio más adecuado para manifestar el
pensamiento. Tanto para la persona que la practica como para la persona que la
disfruta, esta vía de expresión conlleva una serie de características
intrínsecas que potencian su eficiencia y su efectividad. Observado desde el
punto de vista del escritor, la expresión ordenada y argumentada de las ideas,
ayuda a la construcción y solidificación de su pensamiento. Además, el alcance
de las mismas en la población es incomparable. Ya no se aprecian límites
espaciales ni temporales en el alcance del pensamiento de dicho escritor, pues
la escritura inmortaliza y perpetúa el punto de vista del autor.
A nivel del lector, éste tiene
por el hecho de poder acceder a las ideas de manera escrita, dispone de
completa libertad para profundizar en ellas, no restringiendo su estudio al
tiempo o a la situación donde estas ideas fueron por primera vez emitidas.
Pudiendo realizar un análisis detallado de la argumentación, buscando sus
afinidades o su disparidad con el autor sin ningún tipo de referencia, y con
una carencia casi completa de conocimientos. Sostengo que uno de los aspectos
claves durante la Revolución Francesa, fue la cantidad y la calidad de
escritores e intelectuales. Invito a cualquier lector curioso a desarrollar y
argumentar mi idea, si el tiempo se lo permite, pues las herramientas están al
alcance de todos: investigación, lectura, reflexión y escritura.
Esta pequeña argumentación e
hipótesis sirven para reafirmar que “The pen is mightier than
the sword” (Edward Bulwer Lytton); y que las batallas se ganan con
ideas, y no con horcas.
Debido a la cantidad de ideas que
nacen y mueren en las mesas de café, las cuales tienen escaso impacto en la
sociedad, es normal que los pueblos
vivan desesperanzados. El problema radical es que muchas de estas ideas, las
cuales podrían erigirse en potenciales
soluciones no alcanzan a la población que deberían. En unas ocasiones,
dicha población esta compuesta por los afectados por los problemas, y en otras,
por los causantes de éstos. Por eso escribo este texto y por eso quiero que tú
escribas. Para que tus ideas, las tuyas, la que tú tienes, no mueran en las
mesas de café, para que queden registradas en algún documento que pueda ser
leído por más personas de las que podrían escuchar una conversación entre tú y
yo.
Por eso, si no estás de acuerdo
con la actuación de Repsol en las Costas Canarias, escribe sobre ello. Movilízate
y moviliza a tu entorno. Pero, en esta ocasión, intenta hacerlo de una manera
más reflexiva, escribiendo.
No me gustaría que lo que voy a
exponer a continuación se malinterpretara y se supusiera que estoy en contra de
las manifestaciones, o que haber escrito algo acerca del problema sobre el que
se va a manifestarse es una condición necesaria para asistir a una. Me gustaría que se leyese mi
argumentación desde un punto de vista lo más objetivo posible.
Con las nuevas tecnologías todo
va más (superficialmente) rápido. Se puede convocar una manifestación en unas
horas a través de Twitter. Pero será una manifestación superficial, vacía.
Empiezo a entender que no nos tengan en cuenta. Intentamos construir la casa
por el tejado. En muchas ocasiones, las manifestaciones están llenas de gente
que no puede exponer sus argumentos de manera clara y ordenada porque no han
trabajado sobre ellos. No los han leído, no los han reflexionado y no los han
escrito. Por este motivo, no soy una persona demasiado aficionada a las
manifestaciones actuales. No estoy
completamente convencido de su poder transformador. Por otra parte, sí
soy una persona creyente en la presión social y en la acción directa,
manifestada mediante el envío masivo de cartas protesta o los blogs políticos adecuadamente
argumentados. Tras este periodo de reflexión y escritura, llegaría el momento
de la manifestación ciudadana. Con un pueblo compuesto por ciudadanos-pensadores
difíciles de manipular. El valor de las manifestaciones se incrementará exponencialmente,
pues serán muestras de protesta y rechazo, provenientes de un pueblo conocedor
de sus derechos que fundamenta sus
argumentaciones adecuadamente construidas. Los componentes de dichas
manifestaciones estarían preparados intelectualmente para defender sus ideas, para sostener una
argumentación de calidad. Dichas personas compondrían una ciudadanía reflexiva,
escritora y activa. Habrían superado las ataduras de las mesas de los cafés de
la desesperanza, para convertirse en un colectivo capacitado para el cambio.
Es fácil darse cuenta de que todo
cambio implica ciertos sacrificios. Alguno de estos sacrificios podrían ser la autolimitación
de las relaciones a distancia basadas en la comunicación instantánea,
(conversaciones por What’sApp) y la
promoción de medios de comunicación más reflexivos (cartas y correos), primando la profundidad y la
construcción de la relación al
egoísmo del mensaje y de su
feedback. O el sacrificio de minutos en Facebook a cambio de escribir una
entrada en un blog, en la cual, cada
ciudadano-pensador encuentre por si mismo el porqué luchar y el cómo hacerlo.
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